martes, 21 de diciembre de 2010

COMO LA CUCARACHA

Si hay un atributo que distingue a este simpático insecto es la capacidad de adaptación y resistencia, su habilidad para sobrevivir o, mejor dicho, las dificultades que ofrece para no perecer. Se dice que algunas especies son capaces de mantenerse activas durante un mes sin comida. Otras pueden vivir sin aire durante 45 minutos o enlentecer los latidos del corazón.

La analogía es clara. Para un equipo de fútbol el alimento sería la victoria. El TTR, sin embargo, es capaz de sobrevivir como equipo, como grupo, ignorando la victoria meses enteros. Se podría decir, incluso, que hiberna, ayuno de toda sensación de triunfo, alimentándose únicamente de bebidas alcohólicas y humo de trasnoches, pierde y pierde y vuelve a perder. Enltentece sus latidos. Descansa agazapado. La derrota sistemática, recurrente, una atrás de la otra, no alcanza, sin embargo, a rozar su espíritu indeclinable.

Anida en este grupo el instinto de supervivencia porque está fundado en sólidos cimientos: la noche, la pereza, la falta de compromiso, el desconocimiento de las prácticas, la inasistencia a los partidos, el vampirismo, la joda, las sustancias estupefacientes... Pero, todo esto, acompañado del discurso del “vamo’ arriba”, “los partidos se ganan los viernes de noche”, “qué grande este grupo”, “prefiero perder con el TTR que ganar con”... Etc. Esto, señores, se llama retórica, autobombo. En cada asado, en cada resaca en las canchas de la LIFFA, el equipo escribe su propia historia.

Y así, de alguna manera insospechable, consigue zafar en la última escupida; ensalivando y ultrajando el ojete del "fantasma del descenso". Aferrado a sus últimas chances, el elenco rocketero ha conseguido permanecer otro campeonato en la primera división de la LIFFA. ¿Bajará algún día el TTR a la B? ¿Saldrá campeón alguna vez? Ambas hipótesis pueden ocurrir, llegado el caso. Estos muchachos, por ahora, se quedan en la A.

Hasta el año que viene.